El
conflicto por el agua entre las comunidades y la industria extractiva y la
posición extrema agua vs oro constituye un mito perverso diseñado
maliciosamente por personas y entidades interesadas por obtener beneficios
económicos concretos de la existencia del
conflicto en oposición a la existencia de la industria y supuesta defensa
de poblaciones vulnerables y desprotegidas del abuso industrial poniendo en
extremos a los actores como si algunos fueran los buenos, ingenuos e indefensos
frente a otros que serían los malos, perversos y superpoderosos. Nada más falso
y nada más ajeno a la realidad.
El
agua es un bien preciado para todos los seres humanos y dada su
abundancia normalmente se le desperdicia, no se le valora, tiene un precio bajo
y se utiliza ineficientemente en los lugares donde se usa. El problema del agua
es un problema de precios, el día que el agua cueste como la gasolina
quisiéramos ver quien la desperdicia. Ese día entonces recién se valorará,
reciclará y utilizará eficientemente como debe ser. En realidad nadie aprecia
lo que no tiene valor. Mientras el agua tenga un valor irrisorio y
extremadamente bajo, las personas y las empresas no la van a valorar y por lo
tanto en un círculo perverso al no haber ingresos por agua, no será posible
hacer las inversiones que se requieren para preservarla, almacenarla y distribuirla
de manera apropiada.
Existen
muchos mitos sobre el agua y la mayoría están cargados de ideologización
perversa por partes interesadas. El primer y más extremo mito consiste en
vendernos la idea equivocada que el agua es escasa en el mundo. Nada más falso,
el agua constituye 2/3 del planeta y puede utilizarse casi toda con procesos de
desalinización convencional (en el Perú lo hacíamos en Talara desde los años
60s), incluso si fuera el agua dulce, la realidad es que solo se utiliza un 5%
del agua disponible y si fuera del agua potable
diríamos que de cada cubo de agua generada perdemos el 40% del agua tratada y
potabilizada en las ciudades que pueden disfrutarla por un extraña combinación
entre perdidas de transporte en las redes y robo sistemático por inescrupulosos
(personas o empresas) que a pesar del bajo precio sencillamente la roban
vilmente. Es un mito decir que no hay agua cuando el 95% del agua dulce se va
directamente al mar, se pierde y se desperdicia sin mayor preocupación.
El
segundo mito consiste en decir maliciosamente que el agua solo surge de las
cabeceras de cuenca y que hay que preservarlas por ser la única fuente de agua
disponible. Nada más falso ni perversamente equivocado intencionalmente. Lo
cierto es que el agua cumple un ciclo natural, corre hacia el mar, luego
evapora y sube a condensarse en las nubes, luego precipita por igual en toda la
superficie terrestre donde están las cabeceras, las cuencas, los valles los
ríos, las tierras, la costa y todo lo que existe. El problema es que no la
retenemos, la dejamos pasar, no se infiltra, no carga los acuíferos y como
consecuencia de ello nuevamente se pierde hacia el mar para re-empezar el ciclo.
Decir que el agua solo surge de las cabeceras de cuenta es un invento de las
ONGs para ponerse en contra de la industria extractiva a costa de la ignorancia
de la gente y la hipoteca de su futuro que evita la llegada del progreso y los
condena al subdesarrollo. Lo peor de todo es que se convence poblaciones
completas que van felices a defenderse legítimamente de un enemigo imaginario,
se les miente descaradamente poniendo verdades a medias con seudo-científicos y
presentando argumentos que suenan de legítima defensa en protección de la
población cuando en realidad estas ONGs anti extractivas están cobrando
inmensas sumas de dinero en sus corporativos algunos de los cuales están
curiosamente en centros financieros de las principales ciudades del mundo. Que
perversa manera de levantar dinero a costa de la ignorancia y en atropello al
derecho de estar informado correctamente de cómo son las cosas. Es una
barbaridad que debe ser prontamente regulada y sancionada ejemplarmente desde
un Estado independiente y soberano.
El
tercer mito consiste en hacer pensar que la industria extractiva en general y
la minería en particular son altamente intensivas en consumo de agua, cuando la
minería ha logrado reducir el uso de agua por cubo de roca tratada en un 65% en
menos de 10 años, cuando el uso de agua en las minas es en promedio siempre menor al 5% de la capacidad de las fuentes
locales en las épocas más bajas estación seca lo cual está autorizado
formalmente por el regulador sustentado en estudios hidrológicos e
hidrogeológicos de amplio detalle en la ingeniería de la mina. Igualmente
cuando actualmente se recicla más del 80% del agua utilizada en los procesos,
cuando se extrae cerca del 75% de agua del relave, cuando se reutiliza el 95%
del agua tratada de los efluentes domésticos de los campamentos mineros para
usarla en sistemas de regado y cuando existen intensas innovaciones en materia
de reciclaje, reinyección y reutilización de agua en la industria minera.
Se
especula cuando se dice que agua contaminada se debe a la presencia de las
minas formales, si es así, el primero que quiere determinarlo y corregirlo es
el minero mismo. Se quiere atribuir contaminación si examinar las fuentes, sin
hacer estudios de línea base, sin ver cómo era el agua antes de la mina, si era
limpia, si cumplía los estándares internacionales o si hay fuentes naturales o
artificiales (poblados, ciudades, desechos, rellenos, etc.) que ya contaminan.
Se toma el tema de la contaminación con mucha ligereza y superficialidad sin
sustento y sin estudios. La minería mediana y grande tiene hoy día toda la
tecnología y capacidad para ser ambientalmente limpia. La pequeña minería
formal, artesanal y menos informal en cambio nunca tendrán los recursos
económicos ni tecnológicos suficientes para ser ambientalmente sustentables,
por lo que su promoción por parte del Estado es un error y solo beneficia a
quien ven en ello un problema social o la indignante oportunidad de hacer
populismo con ello.
Como
pueden apreciar existen muchos mitos sobre el agua, la mayoría de los cuales no
tiene sustento científico o están basados en ideas y creencias manipulando
maliciosamente la realidad para generar un innecesario conflicto entre partes
que finalmente comparte en el agua, el interés común de protegerla,
preservarla, utilizarla y reutilizarla de una manera efectiva y segura.
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