Los
altos precios de los metales, el aumento de la recuperación metalúrgica por
nuevas tecnologías y la cada vez más complicada operación exploratoria
(restricciones sociales, climáticas y económicas) han permitido que hoy
tengamos una coyuntura de gran cantidad de depósitos de relave antiguos existentes
que tengan mayor ley de finos que lo que los geólogos de exploraciones están
encontrando en sus campañas de exploración en la búsqueda de nuevos
yacimientos. Suena paradójico pero en el Perú aún existen relaveras que tienen
un promedio de 6 a 8 gramos de oro por tonelada que además ya esta chancada y
molida con lo cual puede recuperarse de manera sencilla y económica para
obtener metal fino comercial que puede pagar un apropiado costo de cierre de
las mismas de manera ambientalmente segura y en cumplimiento de la normativa
actual de cierre de minas.
Recordemos
que casi todas las relaveras antiguas (si es que se les puede llamar así pues
antes eran solo desechados en la quebrada más cercana) pertenecen a una época
pre-ambiental donde el cuidado del medio ambiente no estaba considerado en la
ecuación del negocio y por lo tanto constituyen buena parte del pasivo
ambiental que la minería del pasado aun nos deja y que fue operada
principalmente por el Estado peruano y algunas transnacionales que operaron en
el Peru durante años los principales yacimientos mineros locales.
Esta
es una gran oportunidad para cerrar en forma segura una cantidad importante de
relaveras antiguas que hoy pueden pagar su estabilización geoquímica y física
de largo plazo con los ingresos generados por el metal fino que puede ser
recuperado. Es como si pudiéramos reciclar el residuo para volverlo a confinar
solo que esta vez en forma segura y bajo las nuevas reglas de seguridad
ambiental que el mercado exige. Esto pone en valor muchas operaciones antiguas
algunas de las cuales ya habían sido
abandonadas y otra que se encontraban como un foco contaminante que debía ser
cerrado.
Recordemos
que el pasivo ambiental de las operaciones mineras en el Perú supera los 32,000
millones de dólares si solo consideramos los más de 7,500 pasivos identificados
formalmente por el Estado hasta el año 2012 y para el cual se cuenta
institucionalmente solo con una fracción insignificante de fondos
presupuestados que ni siquiera van a alcanzar para los estudios de ingeniería que
deben desarrollarse previamente al cierre de cada pasivo ambiental. El tema es complejo y guarda todo el pasado de
operaciones intensivas de la antigua industria minera peruana cuando los temas
ambientales no eran parte de la ecuación de negocio y donde el principal minero
era justamente el Estado Peruano y algunas transnacionales que hoy no existen o
ya no operan en el Perú.
Afortunadamente
la naturaleza ha realizado su trabajo y muchas de estas operaciones antiguas en
gran medida abandonadas, se han estabilizado geoquímicamente en el tiempo de
manera natural y no todas son un peligro geoquímico pero si aún físico y con
mayor razón visual ya que el impacto visual de muchas de estas operaciones
antiguas es impresionante. De igual forma con mucha pena vemos como la minería
informal incrementa este pasivo ante la vista y paciencia de las autoridades
cuyo esfuerzo es totalmente insuficiente para controlar este flagelo
contaminante que no agrega valor, no genera impuestos y daña el medio social y
ambiental de nuestro país.
La
minería formal moderna opera bajo estándares internacionales donde la variable
socioambiental es la primera en la ecuación de negocio y tanto el desmonte como
los relaves son debidamente confinados de acuerdo a sus características
particulares para una disposición segura
que garantice una estabilidad geoquímica y física de largo plazo así como una recuperación del paisaje cambiando
el impacto visual como producto del cierre de mina.
El hecho de poder
recuperar metales finos de los relaves e incluso de depósitos de desmonte
confinados con leyes altas porque antes los cut-off eran más altos debido a los
precios internacionales del metal que ahora puede ser recuperado para dar paso
a un cierre ambiental y socialmente seguro, esto permite una gran oportunidad
para lograr avanzar a disminuir el pasivo ambiental minero que aún tenemos. El
Estado, la empresa privada y los actores sociales pueden descubrir esta
oportunidad y realizar proyectos conjuntos en asociaciones publico privadas para lograr avanzar en estos cierres
de operaciones antiguas generando ingreso ambiental y bienestar en el camino.
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